En un edificio enano y grafitiado, de
pasillos con luces apagadas hasta que detectan movimiento, las luces se
mantenían encendidas por largo periodos, por culpa de Roberto quien estaba
frente a la puerta de Laura, presionando el botón variando la intensidad según
su paciencia. Ninguna otra responsabilidad fue lo suficientemente fuerte como
para tomar al control de Roberto para desistir, ni trabajo, ni reuniones, ni
tener que cuidar de mamá enferma en su casa, el seguía llamando.
Laura, después de
unos buenos 20 minutos de esperar, ya fastidiada de los llamados y
principalmente preocupada por la anémica madre de Roberto, con desdén, se
cepillo el pelo y se retoco la cara frente al espejo, finalmente quito los dos
seguros y abrió la puerta, él estaba sentado en el suelo, cabeceando y con las
pestañas pesadas, y al ver a Laura se avispó de golpe, se levantó y con una
torcida de ojos pronunció las palabras que lo arruinaron todo “¡Por fin se
dignó la princesa!” antes de que Roberto se diese cuenta ya la puerta estaba
cerrada de nuevo, resonando con rabia por las paredes.
Ya cansado de timbrar,
Roberto, decidido a hablar con Laura, amenazó con derribar la puerta; Laura
sabía que era posible que la puerta sea lo suficientemente débil como para
ceder ante los insistente y fornidos hombros de Roberto, así que antes de abrir
tomo un bate, siguiendo a medias un consejo que su madre le dio el día que se
fue a vivir sola “Nunca estés con un hombre que te pegue, y si lo llega a
intentar devuélveselo más duro” con bate en mano Laura abrió la puerta
nuevamente.
—¡¿Por qué no me
abrías?! —decía Roberto soportando la puerta con una mano y entrando al
apartamento como una gandola sin frenos —Jajaja ¿Y para qué es esto para
hacerme reír? Porqué lo estas consiguiendo —Roberto le arranco el bate a Laura
sin mayor esfuerzo, haciendo que ella se camine de espaldas nerviosamente.
—¡No te me
acerques!
—Ya y entonces
¿Por qué me abriste si no querías que me acerque?
—¡Ya Roberto vete
con tu mamá!
—¡No me digas que
hacer niña, no ves que llevo toda la tarde esperándote como para irme ahora!
—grito Roberto tirando el bate a un lado.
—¿Qué quieres?
—Quiero hablar
decentemente y aclarar las cosas ¿Eso te parece bien?
—Está bien. —dijo
Laura casi encogida, parecida cuando su padre la regañaba de pequeña.
—¿Si sabes que yo
no la amo verdad?
—¡Igual Roberto,
ya te la gozaste ¿Quién te quita ese momento ahora?! —decía Laura refiriéndose
a la infidelidad de Roberto de la que ella se enteró gracias a las mañas de sus
amigas las chismosas. Se trataba de una compañera de Roberto en la agencia de
taxis en la que él trabajaba.
—¡¿Pero es que no
me estas escuchando niña?! ¡Yo solo te amo a ti! Mira, tengo el taxi parado
allá abajo solo para hablar contigo.
—¡No me digas niña,
¿Y qué hay de tu mamá no la vas a ver?!
—Para empezar ese
es mi problema, y ella la está cuidando Julieta ¿Contenta?
—¿Y si necesita tu
ayuda? O tienen que ir para algún lado ¡Ay no Roberto viniste en un mal
momento!
—¡Ya Laura déjame disculparme!
—Roberto amagó un golpe con la mano en el aire, esto despertó un reflejo
defensivo que ya se venía construyendo en la chica con los años. Estrelló la
pálida y fina palma de su mano en las mejillas de Roberto. Este acto fue tan
inesperado que incluso ella se asombró, pero, la sorpresa no tardó en revivir un
miedo ya arraigado.
—¡Ahora si te
pasaste niña malcriada! —Roberto cerró la perta con una mano y con la otra tomó
a Laura un brazo jalándola hasta el único cuarto en el apartamento.
Para buena suerte
de la desafortunada de Laura, Roberto no escogió el bate como método de “corrección”
en este caso, al igual que en los últimos tres casos de los últimos tres meses,
uso su desgastado y escamoso cinturón heredado de su difunto padre directo a él
por ser el único varón, (y al parecer él le da el mismo uso que le daba su
padre en vida). Esta arma él no la utilizaba con coherencia, pues de diez
atentados solo tres resultaban efectivos y el resto no eran más que latigazos al
aire llenos de rabia y violencia, como si fuese una especie de maldición
recaída en ese objeto que ahora pasa de generación en generación dejando detrás
restos de viudas anémicas y ahora gritos y llantos. Roberto había cedido a lo
primitivo, y cuando alguien cede a lo primitivo ignora cualquier aspecto del
mundo a su alrededor por más relevante que sea, incluso la llamada telefónica
incesante del médico de su madre.
Al terminar el
arrebato de ira de Roberto, Laura se encontraba llena de hematomas y lágrimas
que rodeaban sus labios hinchados y salían de sus ojos morados, mientras que el
hombre repasaba la habitación caminando sin sentido y suspirando bruscamente,
con cada paso su respiración se regulaba y el oxígeno se reencontraba
con sus neuronas, en ese momento fue cuando se dio “el lujo” de responder su
celular que ya tenía registradas 47 llamadas perdidas de diferentes
personas: Llamada perdida de Médico Erick Mamá, Llamada
perdida de Hermana Julieta, Llamada perdida de Tía Sofía,
Llamada perdida de Hermana Julia.
Finalmente fue a
Julieta quien Roberto decidió devolver la llamada, ella respondió y sumergida
en emociones y resentimiento, fue directa y brusca.
—¡¿Dónde mierda
estabas sabiendo que tu mama estaba enferma Roberto? mamá murió hace 5 horas!
ven a casa de tía Sofía todos estamos reunidos aquí.
Julieta colgó sin esperar respuesta, Roberto primero intento digerir el mensaje completamente, estaba parado con el celular aún en la oreja ante la confundida mirada de Laura desde un rincón, quien se extrañó de que él haya dejado de caminar por todo el cuarto. Finalmente, Roberto se dio cuenta de lo que ocurrió y tiro su celular que cayó justo a un lado del cinturón que utilizaba hace unos minutos, se arrancó la camisa de encima y rompió en llanto escandaloso, sin disimulo y a moco suelto en el suelo. Unas manos mojadas de lágrimas se deslizaron por su espalda y lo apretaron suavemente al llegar al torso, ella le dio un pequeño beso en la cabeza y él se soltó instintivamente en el consuelo de su regazo y no pudó evitar soltar lágrimas y mocos en las piernas moreteadas de Laura, a su vez las luces volvian a alumbrar tenuemente, cosa que no es rara pues si recordamos, estas luces se encienden ante la presencia de alguien más.