A una casa, vieja y desmoronándose poco a poco, donde apenas se puede pasar esquivando la inmensa maleza y monte, llegaron dos muchachitos que no pasaban los 10 años con un cachorrito dormido entre los brazos de uno de los niños que, arrepentido, era el que más temblaba. Tocaron la oxidada puerta de hierro hasta el cansancio, nadie respondió, recurrieron a gritar “¡Buenas!” intercalando los llamados uno con el otro, después de un buen rato de llamar y rasparse la garganta, el cachorro se despertó para comenzar a imitarlos con unos aullidos tan agudos que llegaban directo al tímpano. De inmediato respondió un ladrido de canino adulto que asustó a los pobres niños, sin embargo, su voluntad por completar su objetivo era mayor. La perra dentro de la casa corrió a toda velocidad para estampar sus patas delanteras contra la puerta y empezar a arañarla con cierto desespero.
«¡Perra pendeja ahora saben que si estamos!» exclamo una voz áspera desde
la casa, seguido de un «¿Qué quieren niños?»
se trataba de la dueña de la casa que desde antes de que comenzasen a
tocar la puerta ya había visto a los niños llegar.
La puerta se abrió chillando, y reveló una raquítica figura de cabello como
si de un arbusto blanco se tratase, el pellejo flácido y arrugado desde la
frente en para abajo, pero de toda su presencia el único detalle que espantó a
los niños hasta las fibras, fueron los ojos saltones y penetrantes de la
anciana que, irónicamente, contaban con unas pupilas rellenas de un tono gris
muy suave y delicado, desafortunadamente opacadas por unos globos oculares
rojos casi diabólicos. Esta apariencia la hacia el centro de todo tipo de
especulaciones de este pueblo e incluso mitos sobre su procedencia, pues la
única persona que la conocía ya había muerto varios años atrás antes, cuando
era cachorro la perra de su casa.
Los chicos se lamentaban por no haber obedecido a su tío cuando les decía
«¡No vayan, esa vieja es bien bruja, no se sabe que les vaya a hacer!» «¿Cómo
sabes que es bruja?» replico el menor de los niños «¡Yo la vi niño terco la vi
matando una gallina en el patio de su casa!» «¿Y si solo la iba a cocinar?» «No
te pongas bruto niño, párenme bolas» decía el tío, pero ya era muy tarde para
detener lo que empezó hace unas semanas, cuando los muchachitos, desde su
rancho vieron parir a la perra de la anciana, todas las sospechas de quien fue
el que la preñó cayeron sobre Roco, el perro del rancho.
Días después, paseando juntos por
las cercanías, escucharon unos gimoteos y lloriqueos de un túmulo de tierra, en
efecto, era el perrito que más tarde llevarían a casa de la doña pensando que
hacían un bien, «Tal vez fue Roco que lo enterró aquí para no hacerse cargo de
él» dijo el menor «Si talvez ¿Me preguntó si los demás también estarán por
aquí?»
Con los ojos casi afuera la doña les gritó «¡¿Qué se les perdió?!» el niño
mayor con un nudo en la garganta y evitando el contacto visual le respondió «Hola
vecina somos los vecinos de el rancho de aquí cerquita. Venimos a devolverle
este perrito que nuestro perro se llevó y enterró por fuera, no pudimos
encontrar los otros disculpe» la perra adulta respondió a agresivos ladridos
«Ah, está bien» la vieja tomó acción y les arrebató el perrito de los brazos y
por ultimo tiró la puerta con un casi inaudible “gracias”.
Ya en su casa la doña refunfuñaba por todos lados con el tierno cachorrito
en sus frías y pecosas manos que escaseaban de uñas, mientras la perra
intentaba tirársele encima con aullidos y brincos en dos patas tratando de
alcanzar al cachorro.
«¡Disque vecinos dice el carajito! ¡Ja, vecina mi cuca, estos son una bola
de hipócritas mamadores de mierda! Todo el maldito día se la pasan criticándome
y hablando de mi a mis espaldas y ahora mandan a sus cagaditos y quieren fingir
que no han hecho nada ¡Ni una vez me han hablado, ni una vez me han visto a los
ojos y ahora piensan que pueden… Ay! ¡perra puta!» su monologo se ve
interrumpido cuando la perra la hace tropezar y caer sobre un altar en su casa,
las velas, a pesar de apagarse con su piel pelada, no le hicieron ni una marca.
El perrito cayó al suelo y empezó a correr buscando la salida más cercana.
La doña lo empezó a perseguir por toda la casa hasta llegar a una esquina
cuando estaba a punto de agárralo el hocico de la perra adulta se cerró con
fuerza en la mano de la vieja clavándole sus dientes y removiéndolos dentro de
su carne abriéndose paso «¡Ay, ahora si te pasaste perra ´e mierda, todo esto
es culpa tuya ya mismo te ligo!» La doña se fue a una habitación chorreando
sangre bien espesa de la mano y suspirando ira, mientras la seguía la perra. En
la habitación tomo un trapo y se lo apretó en la mano, y también tomó una soga
desgreñada, pateó al animal y rápidamente salió del cuarto dejándola encerrada
en el cuarto ladrando y quejándose. Se dirigió hacia el pobre cachorro que ya
estaba orinado y cagado. Ella lo tomó y dominó sus débiles patitas y le amarró
el hocico callando su fino llanto, mientras él temblaba en sus manos.
«Esta vez te dejó con el hocico amarrado y un metro bajo tierra pedazo de cagón con patas».